¿CUÁNDO EL DESEO SE CONVIERTE EN PECADO?
Todos tenemos deseos. De hecho, nacemos con deseos, que a veces nos sorprenden. Los deseos son motivaciones poderosas y el proceso de maduración y socialización incluye el desarrollo de nuestra capacidad para controlar nuestros deseos.
De hecho, muchos de nuestros deseos deben ser controlados. Esa es la base de la propia civilización. Muy a menudo, no hacemos lo que queremos, sino lo que debemos o lo que es necesario. Sin embargo, esto no resuelve la cuestión, porque nuestros deseos permanecen. Un deseo no desaparece simplemente porque no pueda o deba cumplirlo. Por el contrario, esos deseos suelen ser aún más intensos.
En el Nuevo Testamento, la palabra más utilizada para designar el deseo es «epithymía». Se traduce muy a menudo como «malos deseos». Por ejemplo, en el pasaje de Santiago 1: 14-15 «Todo lo contrario, cada uno es tentado cuando sus propios malos deseos lo arrastran y seducen. Luego, cuando el deseo ha concebido, engendra el pecado; y el pecado, una vez que ha sido consumado, da a luz la muerte.» (NVI). La versión de Reina Valera utiliza para “malos deseos” la expresión “propia concupiscencia”. Fíjate que el pecado no es el deseo en sí, aunque el deseo puede estar mal dirigido (y por tanto pasa a ser un mal deseo). Sin embargo, este deseo mal dirigido es el que nos tienta, porque, en lugar de llevarlo a Dios para escuchar de Él cómo satisfacerlo, buscamos en nosotros mismos o en el mundo estrategias para satisfacerlo. En ese momento, es en ese momento que el deseo concibe el pecado.
En el ámbito de la sexualidad, el deseo de satisfacción sexual no es un pecado. De hecho, incluso cuando un cristiano se siente atraído sexualmente por otra persona no constituye un pecado. Sin embargo, ¡tenga cuidado! Porque este deseo está «preñado» de pecado y puede engendrarlo en nuestro corazón. Jesús enseñó sobre esto en el famoso pasaje de Mateo 5:27-28: «Oísteis que fue dicho: «No cometerás adulterio». Pero yo os digo que cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón”.
La diferencia entre el deseo sexual natural y el deseo pecaminoso está en la intención de la mirada. Nuestro cuerpo fue creado por Dios con mecanismos de atracción sexual. Sin embargo, también fuimos creados con la responsabilidad de tomar decisiones. Esta responsabilidad se vio profundamente afectada por la caída, cuando decidimos que nosotros seríamos el criterio del bien y del mal. Así que, además de la responsabilidad de decidir, también tenemos que decidir cuáles son nuestros criterios de decisión.
Hay un discurso de Dios a Caín que refleja bien esta responsabilidad de resistir al pecado. En Génesis 4:6-7 leemos “Entonces el Señor le dijo: «¿Por qué estás tan enojado? ¿Por qué andas cabizbajo? Si hicieras lo bueno, podrías andar con la frente en alto. Pero, si haces lo malo, el pecado te acecha, como una fiera lista para atraparte. No obstante, tú puedes dominarlo».” (NVI).
El pecado (el deseo que busca revelarse contra Dios) no sólo busca sino que tiene el poder de abrumarnos y es nuestra responsabilidad dominarlo.
Sin embargo, la verdad es que somos impotentes para librarnos del pecado. Por eso la verdad y las promesas del Evangelio son tan deliciosas. Pablo escribe en Romanos 6:22: «Mas ahora que habéis sido libertados del pecado y hechos siervos de Dios, tenéis por vuestro fruto la santificación, y como fin, la vida eterna«.
¿Cuándo se convierte el deseo en pecado? En el momento en que dirijo mi deseo a cualquier otra solución que no sea la de Dios. De hecho, el problema no es mi deseo, sino cómo lo conduzco, en qué dirección camino para satisfacerlo.

«Jesús viene pronto»… pero ¿después de 2000 años?
¿Se confundieron Jesús y los Apóstoles al señalar la venida del Señor como cercana? ¿Cómo debemos interpretar las distintas descripciones de los eventos y realidades que señalan el regreso del Señor? En este programa estudiamos algunos de los pasajes que generan en algunos casos duda, en otros, descreimiento, pero en muchos otros esperanza.
Por la persecución que comenzó en los años treinta que vemos registrada en Hechos 8:1 y la segunda ola de persecuciones de Hechos 12:1 que obligó a Pedro a salir de la ciudad. Los apóstoles no acabaron de recorrer las ciudades de Israel, y nosotros no lo hemos logrado hasta el día de hoy. Los capítulos posteriores de Hechos de los Apóstoles describen cómo Pablo empleaba exactamente los principios descritos, huyendo de una ciudad a la otra, y al hacerlo continuaba proclamando el evangelio.
“Así también vosotros, cuando veáis todas estas cosas, conoced que está cerca, a las puertas. De cierto os digo, que no pasará esta generación hasta que todo esto acontezca” Leemos en Mateo 24:33 y 34
La palabra generación significa ya sea seres humanos que nacieron en el mismo tiempo, es decir contemporáneos, o personas unidas por una descendencia común clan, tribu, pueblo. Aquí aparentemente significa lo último, ya que el versículo 33 “todas estas cosas” hace referencia al contenido anterior del capítulo en los versículos 4 al 29. También otros versículos señalan un período de tiempo más largo hasta la segunda venida del Señor. Aquí entonces no puede referirse a la generación que vivía en ese entonces, sino al pueblo de los judíos que existirá hasta la segunda venida del Señor.
En Marcos 9:1 leemos: “También les dijo: De cierto os digo que hay algunos de los que están aquí, que no gustarán la muerte hasta que hayan visto el reino de Dios venido con poder”. Se propuso cinco versiones diferentes para lo que Jesús querría decir con esta declaración:
La más probable es la primera versión, que habla de la transfiguración que es descrita a continuación. Algunos de los presentes, es decir Pedro, Juan y Jacobo antes de su muerte tuvieron una visión previa de este acontecimiento poderoso.
También la indicación exacta de tiempo en el versículo 2 habla a favor de esta versión. Más adelante Pedro describe que los tres habían visto el poder y la dimensión gloriosa del Señor en su segunda carta Pedro capítulo 1 versículos 16 al 18, y que por eso también estaban seguros de que Jesús volverá en gloria. De modo que los tres discípulos habían percibido la existencia futura de su Señor como glorioso juez y eterno rey, aunque solo de manera pasajera, pero aún así real.
Veámos ahora qué tiene para decirnos 1 Tesalonicenses 4:17 “Luego nosotros – dice – los que vivimos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes para recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor”. Pablo consideraba que era posible que él todavía estuviera con vida cuando el Señor viniera otra vez.
Pero si comparamos éste versículo 15 con las aseveraciones en 1 Corintios 6.14; “Y Dios, que levantó al Señor, también a nosotros nos levantará con su poder”. o 2 Timoteo 4:6 y 8 “Porque yo ya estoy para ser sacrificado, y el tiempo de mi partida está cercano (…) Por lo demás, me está guardada la corona de justicia, la cual me dará el Señor, juez justo, en aquel día; y no sólo a mí, sino también a todos los que aman su venida” entre otros. Rápidamente queda claro que Pablo podía contar tanto con la segunda venida del Señor durante su propia vida, como también con su muerte anterior a este suceso. De modo que Pablo solamente señala que Dios más tarde o más temprano concluirá la historia de la humanidad. Cuando eso suceda, de una u otra forma algunas personas que confiesan a Jesús todavía estarán con vida.
“Porque aún un poquito, y el que ha de venir vendrá, y no tardará. Mas el justo vivirá por fe; y si retrocediere, no agradará a mi alma” Leemos en Hebreos 10:37-38. Los cristianos hebreos aparentemente estaban preocupados por la demora de la segunda venida del Señor. Pero ellos pueden tranquilizarse con la seguridad de que ya no falta mucho. La carta a los hebreos emplea aquí palabras dichas por Dios de la traducción griega del Antiguo Testamento, en Isaías 62:21 y Habacuc 2:3-4. Los cristianos deben esperar pacientemente, ya que la venida del Señor está cerca. Jesús mismo señaló en algunas parábolas que Su venida se retrasaría, pero que aquellos que creen en Él deben estar siempre preparados para ese evento.
Un ejemplo es Mateo 25:5 donde dice: “Y tardándose el esposo, cabecearon todas y se durmieron”. Existe una serie de acontecimientos que preceden la segunda venida de nuestro Señor en poder y gloria, y que en el año 70 faltaba mucho para que se cumplieran:
– La proclamación del evangelio a todas las naciones.
– La gran tribulación que será tan terrible que sobrepasará todo lo que alguna vez sucedió desde que Dios creó el mundo. Y que tampoco después volverá a existir una aflicción de ese tipo.
– Las potencias de los cielos serán conmovidas.
– La venida del “anticristo”, del hombre de la anarquía.
– La salvación de Israel como un todo y en completo.
En cuanto a esto, una vez más al final del evangelio de Mateo, en el capítulo 28 versículos 18 al 20 aparece la gran comisión: “Y Jesús se acercó y les habló diciendo: Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra. Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo” Las aseveraciones de estos pasajes son tan claras que es difícil entender el “pronto” de las declaraciones de nuestro Señor.
En su segunda carta, capítulo 3 verso 4 Pedro da una clara respuesta a esto, porque ya en sus tiempos aparecían burladores que decían: “¿Dónde está la promesa de su advenimiento? Porque desde el día en que los padres durmieron, todas las cosas permanecen así como desde el principio de la creación”. Pedro dice que eso es un engaño tremendo, porque los tiempos de Dios funcionan de manera totalmente diferente a los nuestros:
“…El Señor no retarda su promesa, según algunos la tienen por tardanza, sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento” señala unas líneas después.
Como Dios es misericordioso, Él les permite a incontables personas convertirse a Él. Dios no retrasa de modo alguno su promesa. Y Él ha determinado con exactitud el momento para la misma. Nosotros no podemos saber eso de ningún modo y aun menos debemos decir que Él ya haya venido. Como dijo Pedro en su segunda carta Capítulo 3 versículo 10: “…el día del Señor vendrá como ladrón en la noche”. Algo similar se nos dice muy a menudo, en otros pasajes.
Sí Amigo, Jesús puede venir en cualquier momento, y lo hará repentina e inesperadamente. Las señales que suceden anteriores a Su segunda venida no nos son dadas para que podamos calcular el momento. Algunas señales siempre han existido. Son dadas para que intensifiquemos nuestra expectativa. Porque Jesús, nuestro Señor, ha dicho: “Cuando estas cosas comiencen a suceder, erguíos y levantad vuestra cabeza, porque vuestra redención está cerca” Lucas 21:28.